jueves, 1 de marzo de 2012

He usurpado este rostro... porque es hermoso, porque si se me hubiera permitido escoger el rostro con el que vendría al mundo, este  fuera el elegido. Es perfecto, bellísimo, armonioso, y de una pureza total. Todo se le perdona a alguien que se pasea entre la multitud con  un semblante tan angelical. No despierta suspicacia, no hace que las personas se sientan amenazadas, no anda envuelto en sombras... No me importa que haya pertenecido a una mujer que murió  hace tiempo; una mujer a quien se ha acusado de vivir una vida licenciosa. Me hubiera gustado enormemente que mi vida hubiera sido también licenciosa, y no esta vida pequeña, gris, enclaustrada, que he llevado contra mi voluntad, cargando un sino que no quiero reconocer como mío, que me abruma cada día, adherido a mi piel como la túnica de Neso, inyectando su lento veneno en mi  sangre, su lento morir cotidiano... Dicen que Cleo de Merode, la dueña de este rostro, a pesar de haber estrechado entre sus brazos a muchos amantes, murió de vieja jugando aún con sus muñecas. Me parece bien, porque las muñecas son mejores que los hijos de carne y hueso, aunque sean hijos del deseo. Las muñecas no enferman, no lloran ni perturban, mientras que los hijos, mientras más amados, más asesinos resultan. Las muñecas no duelen...

Vaciar el alma es un empeño tan difícil como vivir, como ganar, como... No sé con qué comparar el acto de la confesión, del vaciamiento del ser interior, porque el alma es la peor de las prisiones, cárcel de la que no es posible huír. ¿Cómo, entonces, vaciar su contenido? Para eso se inventaron los Diarios, y por eso yo estoy aquí con un rostro prestado, una pureza prestada, una juventud robada a un retrato antiguo. Vivo en un lugar y en una época en los que no me reconozco, que me son tan ajenos como mi propia cara, la verdadera. la que nunca he podido evadir. He aquí que vengo a hablar desde mi máscara...

Tal vez este Diario me ayude a volver a escribir.